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SANTÍSIMO CRISTO DE LA VERA+CRUZ
(ALCALDE DE HONOR PERPETUO DE LA VILLA DE BENACAZÓN)

La conjunción entre la belleza y el dolor, lo humano y lo divino es lo que propició con toda seguridad la pronta atención de los fieles y sentó las bases de un amor que fue arraigándose en Benacazón hasta nuestros días. Sería importante resaltar, por tanto, que la fuerte devoción que este pueblo siente por el Cristo de la Vera+Cruz nació prácticamente con la imagen y ha ido tomando ese carácter tan especial que hoy día conserva a medida que fueron apareciendo una serie de leyendas y milagros atribuídos a nuestro crucificado; historias misteriosas y, sobre todo, muy hermosas que la tradición oral se ha encargado de mantener viva de generación en generación (algunas publicadas en esta web).

 

La demostración más firme de la veracidad y fuerza que tiene esta devoción que en Benacazón se profesa al Señor de la Vera+Cruz la podemos obtener, simplemente, paseando por sus calles, parándonos a observar el importante número de azulejos con su imagen que presiden de modo elegante los hogares de orgullosos devotos suyos, pisando esos cálidos zaguanes que nos muestran su fotografía, como dándonos a entender que en su cruz ponen todo el amor de una casa, conociendo a sus costaleros, nazarenos o promesas y a todos esos hombres y mujeres que tienen depositadas todas sus esperanzas en Él. Una devoción, un amor que crece con la persona y le acompaña hasta su muerte, y así, colocando su imagen en las lápidas, los que van a poner las almas al servicio de Dios hecho hombre en la Vera+Cruz y sus familiares y amigos, la esperanza de una vida mejor para ese ser querido.

 

Una muestra más de ese amor que Benacazón tiene por su Cristo es la enorme expectación que despertó su vuelta de Sevilla tras su restauración en 1.996 y que mantuvo a cientos de personas en la puerta de la Capilla para recibir con rezos y lágrimas al Señor de sus corazones.

 

Aún quedan en el cielo los últimos y rezagados rayos de sol cuando, en la tarde del Jueves Santo, la cruz del Señor besa con suavidad el dintel de la puerta de la Capilla de la Calle Real y hace llorar de emoción a todo un pueblo que se postra a sus pies. En su paso, y acompañado por las cornetas y tambores que más lo quieren, el Cristo de la Vera+Cruz realiza su inmemorial Estación de Penitencia por las calles de Benacazón, derrochando amor en las miradas asombradas de los niños, en los rezos callados de las promesas, en los llantos inconsolables de madres y padres, en el esfuerzo impagable de sus costaleros y capataces, en la angustia y el sufrimiento de los ancianos que aguardan ansiosamente el consuelo de su presencia, en todos y cada uno de sus nazarenos y penitentes, en la voz quebrada que exhala una saeta,...

 

Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, te pedimos, con el alma en los labios, que no nos abandones nunca, que siempre consueles con tu imagen el dolor de estos pecadores hijos tuyos y que nos protejas dejando caer sobre nosotros el manto de comprensión de Nuestra Señora de los Dolores. Porque en Ti está depositado nuestro amor, nuestro cariño, nuestra fe y nuestra esperanza. Y en estos tiempos que corren, te suplicamos, por clemencia, que muestres al mundo el camino de la paz, porque Tú eres, Señor de Benacazón, la devoción de todo un pueblo. Así sea

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Tronaba la tempestad
en la oscura madrugada
y un Capitán marinero
arrodillado rezaba
¡Salva mi tripulación!
El marinero clamaba
a Jesús crucificado
que en una estampa llevaba
¡Cristo de la Vera+Cruz,
con tus enagüillas moradas!

El Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, devoción incuestionable de todo el pueblo de Benacazón, es una imagen procesional de tamaño natural que data de mediados del siglo XVI. De autor anónimo, se cree que podría estar cercano al círculo de un tal Gaspar del Águila -autor castellano que trabajó en Sevilla por aquella época.- Es una imagen de estilo renacentista que conserva reminiscencias góticas, visibles en su pelo natural y en la enagüillas, faldellín o columbario. Está realizado a base de telas de lino encoladas sobre un soporte de madera, lo cual aligera su peso. Para la prestigiosa historiadora Doña Silvia María Pérez González, esto último evidencia que un sacerdote pudiera portarlo para las procesiones en tiempos pretéritos. La cara -según varios expertos- podría ser la mascarilla de un cadáver hecha de pasta de madera. Pertenece a la escuela castellana y principios de la sevillana. Llama la atención el tremendo realismo de la imagen y la abundancia de sangre, propio de la escuela a la que pertenece. Cabe resaltar también el anglotamiento de las manos, los pies y la nariz, rasgos de un hombre que muere desangrado.

 

La talla ha evolucionado y cambiado desde sus comienzos; en ocasiones se han cambiado totalmente varios aspectos de la talla, como el pelo o el sudario, e incluso se ha cambiado también el aspecto de la cruz. De este modo, se sabe que la talla (del siglo XVI) era en un principio concebida para estar en la pared, no para salir en procesión; aspecto que se puede observar sobre todo en la espalda. Tras varias restauraciones, la talla se hizo más "apta" para procesionar. En el Hospital de Sangre de la Vera+Cruz se hizo un retablo a su medida. El rostro -como se dijo antes- era una mascarilla, completada por detrás y tapada con la peluca, que podía llegar hasta las rodillas. Desde principios del siglo XX, la talla presentará un aspecto totalmente diferente al anteriormente descrito: el pelo ahora tendrá tirabuzones, de la cruz colgará un velo, y la cruz estará adornada con rosas. El color de la imagen era algo más oscuro que el que presenta en la actualidad, y el pelo estaba pintado de negro sobre la cabeza, sin tallar. En los años 60, la cruz dejó de llevar el velo. Este aspecto es el que presentaría hasta 1.973, año en el que la talla aparece como está actualmente, con la diferencia de que entonces tenía los pies huecos por detrás y no tenía orejas. Eslava Rubio lo restauró en ese mismo año y lo fijó a la cruz. Tras esta restauración, el Cristo procesiona con enagüillas, con peluca pero sin tirabuzones, dejando el pelo tallado bajo ésta. Y otro aspecto que también cambia, esta vez con respecto a la cruz, es que desaparece el rosal. Al restaurar la imagen surgió un problema, y es que las enagüillas no le quedaron bien ya que el sudario que estaba tallado se hizo más ancho. Además, la talla fue pintada más oscura para emparejar el color tras las restauraciones realizadas. Así pues, estaba con peluca, moreno y con sudario.

 

La última (y más importante) restauración que se ha realizado a la talla fue en 1.996 por Juan Abad Gutiérrez y Silvia Patricia Martínez García-Otero, y pretendía devolver a la imagen su consistencia material y su misma apariencia; es decir, pretendía eliminar todos los elementos no consustanciales al Cristo de la Vera+Cruz y aquellos enmascaramientos ajenos a la obra que imposibilitaban o desvirtuaban su interpretación como documento histórico. Esta restauración tenía como fin devolver a la talla su verdadera imagen, la original (años 60). El aspecto que presentaba la imagen tras la restauración de 1.973 era de un color pardo-verdoso que ocultaba los rasgos característicos del Cristo de la Vera+Cruz, aplanaba sus volúmenes y empequeñecía su tamaño. La restauración de 1.996 logró devolver a la talla el 96% de su imagen original.

LA TALLA Y SU EVOLUCIÓN A LO LARGO DEL TIEMPO

¡Cristo de la Vera+Cruz!
Las olas Tú dominaste
y a tu Capilla he de ir
y unas potencias llevarte
Serán de plata labrada,
de la más fina pureza
que coronen para siempre
esa divina cabeza
Quiero que sepa la gente
en los siglos venideros
que las potencias de plata
te las regaló el marinero

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El Señor de Benacazón procesiona en un paso -portado por treinta costaleros- de madera de caoba, que fue adquirido a la Hermandad de la Santa Vera+Cruz de Sevilla en 1.965. El conjunto escultórico es obra de Antonio Castillo Lastrucci (1.954), y está compuesto de las catorce cartelas del Vía-Crucis que decoran la canastilla, las cuatro figuras de los grandes defensores históricos de la Vera+Cruz (San Francisco de Asís, Santa Elena, el Papa Pablo III y el emperador Constantino) y las cuatro parejas de ángeles que forman los portahachones. En 1.985 Julián Fernández añadió los respiraderos de estilo neogótico y las maniguetas. La imaginería fue restaurada y policromada por Manuel Escamilla. El paso fue barnizado en 1.986

PASO PROCESIONAL

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